Al incorporarse la mujer al mundo laboral con las mismas condiciones que el hombre y convertirse ambos en seres que quieren crecer individualmente”, asegura el psicólogo y especialista en comunicación Xavier Guix.
Actualmente, existe el “amor sin compromiso”, nacido a partir de este individualismo que lo quiere todo para sí. “Se quiere tener pareja y, a la vez, disponer de toda la libertad del mundo, un concepto que cuenta en la actualidad con el ‘aval social’ y por eso funciona tan bien”, comenta Guix, experto en Programación Neurolingüista, en su último libro “Contigo, pero sin Ti”.
Los diferentes tipos de amores
Para el especialista, el “amor sin compromiso” vive del disfrute, más o menos como el “amor inmediato”, que se expresa mediante los “arrebatos pasionales”, o aquel que busca el placer de forma compulsiva. El “amor incierto” es el que “malvive” las relaciones porque no quiere comprometerse.
“El amor sin tiempo ni intimidad es, ‘el peor enemigo de las relaciones, pero en la sociedad actual no hay tiempo para nada y, si lo hay, se entrega antes al trabajo que a la vida en pareja. El precio es la pérdida de intimidad.”, asegura Guix.
La pérdida de valores humanos explica el “amor narcisista”. Ya no mostramos interés por nuestro entorno. Este amor es la expresión máxima del individualismo. Precisamente, los jóvenes de hoy en día optan cada vez más por este tipo de amor. Siguen deseando la vida en pareja, pero no quieren renunciar a nada para ello.
Otro ejemplo de individualismo en el amor es el fenómeno llamado “singles”. Son los solteros o sin pareja, un colectivo cada vez mayor en la actualidad. Las empresas se han percatado de ello y ya organizan eventos especiales para su distracción y gozo.
En definitiva, todos estos amores destacan por la falta de enamoramiento. La pasión, la atracción sexual, el deseo y, sobre todo, negarse al compromiso implican que eso de enamorarse ya no se lleve.
Rápido pero torturador
La inmediatez, la necesidad de hacer u obtener aquello que queremos sin mediar espera alguna, es la base de todos nuestros actos. Lo queremos ahora, y rápido. Tenemos más tiempo para vivir gracias al aumento de la esperanza de vida. Sin embargo, eso no nos alegra, sino al contrario: todavía corremos más, como si el tiempo fuera a acabarse.
Vivimos tan atrapados en el tiempo que cuando nos relajamos, no sabemos acostumbrarnos. Esta necesidad de rapidez, de inmediatez, provoca crisis de rabia y enfado y, a la larga, enfermedades depresivas o malestar fisiológico.
La gente está de mal humor porque no se dedica un poco de tiempo. Es tan fácil como pararse a reflexionar sobre nuestro estilo de vida: qué nos gusta, qué queremos cambiar, cómo debemos tratar a los demás.
Optimismo, sí, pero con moderación
La solución a este malestar general por nuestra actitud ante la vida pasa, a menudo, por regalarnos un poco de optimismo a nosotros mismos. “No quisiera, desacertadamente, asociar el vivir bien, el desear la felicidad y el bienestar con la inmadurez”, reflexiona el autor.
Hay que saber encajar los tropezones, los estados no tan eufóricos, las desgracias. Forman parte de la realidad y con ellos se aprende a vivir. Es necesario tener claro que la vida no es color de rosa.